¿Sabías que… … siglos antes de la dominación romana se había iniciado ya un proceso de homogeneización cultural entre los pueblos ibéricos? … existía ya entre los hispanos un sentido de pertenencia que se revela incluso en los epitafios de las tumbas? … los monarcas visigodos prefirieron denominarse reyes de España antes que reyes de los godos, como hacían los soberanos francos, ostrogodos o burgundios? … el sentimiento de pérdida de la unidad sobrevivió durante toda la Edad Media y animó la política de los reyes cristianos españoles? … Sancho III, tenido por el nacionalismo vasco como creador de un quimérico estado vasco medieval, fue conocido como Rex Ibericus? … el cronista catalán Ramón Muntaner dejó escrito a principios del siglo XIV que España era la patria común cuyas gentes compartían una carn e una sang? … los Reyes Católicos buscaban conscientemente construir la unidad espiritual de los pobladores de sus reinos cuando decretaron la expulsión de los judíos o iniciaron la guerra de Granada? … los barceloneses vitorearon al rey Borbón Carlos III cuando décadas antes se habían sublevado contra su padre Felipe V? … Cánovas del Castillo escribió que españoles eran los que no podían ser otra cosa? Descubre cómo el crisol de pueblos y culturas que comenzaron a fundirse en el solar ibérico bajo dominación romana se convirtieron con el tiempo en una sociedad heterogénea, pero dotada de rasgos propios que la distinguieron enseguida de sus vecinos europeos. Acompaña a los habitantes de Hispania en su creciente integración cultural y sufre con ellos los males de la decadencia romana y las invasiones bárbaras. Asómbrate ante la rápida identificación de los dominadores visigodos con el pueblo al que conquistaron y comprende por qué sólo ellos, entre todos los invasores germanos de Europa, quisieron ser monarcas de Spania en lugar de reyes de godos. Comprende los efectos de la invasión musulmana sobre los primitivos españoles y descubre en la Edad Media las raíces profundas de muchos de los problemas de integración nacional que aún padece la España democrática. Asómbrate ante la España en la que nunca se ponía el sol, una Unión de Reinos que conservaban su lengua, su moneda y sus instituciones sobre la cual gobernantes como los Reyes Católicos y el conde-duque de Olivares quisieron construir un estado unificado. Acompaña a los monarcas borbones en su intento de hacer de España una nación con un Estado, una lengua y una bandera, a la vez que le devolvían el esplendor perdido en los campos de batalla de media Europa. Descubre los errores y las limitaciones del liberalismo español del siglo XIX; comprende el porqué de su fracaso a la hora de hacer de la España heredada de los borbones una nación a la francesa y descubre en ese fracaso las raíces de los nacionalismos catalán y vasco. Acompaña a los españoles a lo largo del espasmódico siglo XX y entiende las repercusiones de la Guerra Civil y la dictadura franquista en la imperfecta construcción nacional española. Recorre la historia de España desde sus raíces más remotas para descubrir en ella los testimonios del proceso de construcción de la futura nación española. Averigua junto al autor los elementos de identidad común que, sometidos a la influencia fenicia y griega, poseían ya los pueblos ibéricos antes de la llegada de los romanos. Aprecia cómo la dominación impuesta por la ciudad del Tíber aceleró el proceso de homogeneización cultural, dando forma a una Hispania diversa, pero dotada de rasgos propios ya bien definidos e inserta a la perfección en el entramado de relaciones económicas y culturales que conformaban el mundo romano. Valora las repercusiones de la conquista visigoda sobre la Hispania romana. Descubre de qué forma un pueblo ajeno a la tradición cultural romana terminó por abrazar la lengua, la religión y las leyes de los conquistados, impulsando con ello el proceso de construcción de la identidad propia de un pueblo cuyos monarcas, a diferencia del resto del mundo occidental, no se llamarán a sí mismos reyes de los visigodos, sino reyes de España. Analiza el impacto de la invasión musulmana sobre un reino decadente y en descomposición y descubre en la Edad Media peninsular muchas de las características de la sociedad española posterior. El patriotismo local, el ansia de representatividad, la tradición monárquica, el espíritu de cruzada, la tensión entre el centro y la periferia, la diversidad lingüística y cultural… son rasgos definitorios de la España moderna e incluso contemporánea que tienen su origen en el Medievo y que, al menos algunos de ellos, se hayan presentes en las raíces más remotas de los vigentes nacionalismos periféricos, que vuelven la vista de continuo hacia aquellos siglos en los que la unidad española originaria se rompió en mil pedazos a causa de la invasión musulmana. Pero no menos importante resulta la Edad Moderna en el proceso de construcción de una identidad colectiva de los españoles. Descubre cómo, de la mano de los Reyes Católicos, el conglomerado de territorios que conformaban sus posesiones, heterogéneo en lengua, desarrollo e instituciones, empezó a encauzarse hacia la creación de un Estado más cohesionado. Observa de qué modo la construcción nacional se inició entonces de modo consciente, pero sobre la frágil base del espíritu de cruzada, de la identidad religiosa compartida, poderosa cuando el enemigo era ajeno y de otra fe, pero muy débil cuando se hallaba dentro o pertenecía a la misma. Acompaña en sus peripecias a los monarcas de la dinastía extranjera de los Habsburgo, que descuidaron el proceso de construcción nacional, embarcándose en guerras interminables que terminaron por debilitar la cohesión de sus reinos, y comprende en este marco el fallido sueño unificador del conde-duque de Olivares, que aconsejó a su señor que tuviera como su principal negocio el hacerse rey de España, y no tan sólo de cada uno de los reinos que la componían, pues si lo lograba, sería sin discusión el príncipe más poderoso del mundo. Asómbrate ante la energía modernizadora de los borbones, cuya meta no fue tan sólo devolver a España su papel central en los asuntos internacionales, sino impulsar su construcción nacional, sobre bases más sólidas que la religión, cuyo íntimo abrazo había terminado por perjudicar al propio proceso al crear enemigos dentro de España misma, los judíos, los musulmanes, los conversos, los cristianos nuevos, y cargar sus espaldas con un peso demasiado gravoso, el de servir de paladín a la Iglesia. Observa cómo ahora, por vez primera, el proyecto de España es nacional en toda su dimensión. No deja de ser católica en lo oficial –lo es el Estado- y en lo real –lo es la sociedad- pero ya no sitúa en su catolicidad su razón última de ser. El núcleo de su proyecto, el que sienten ahora sus intelectuales y sus gobernantes, pues el pueblo no podía todavía sentirlo, no será otro que el reencuentro con Europa y con la modernidad. Descubre en el siglo XIX el crisol donde las fuerzas gestadas durante los siglos anteriores se enfrentan y se funden de modo imperfecto para crear la nación española. Asiste emocionado a la gran batalla secular entre reaccionarios y liberales, que renace una y otra vez de sus cenizas en forma de repetidas guerras civiles, y acompaña a estos en su fallido intento de dar forma a un tiempo a un Estado liberal y nacional. Comprende por qué la Nación española, desamparada por una burguesía reducida y débil, olvidada por un Estado que apenas presta atención a la escuela, el mercado y los símbolos, nace frágil y quebradiza, y pronto se revela incapaz de lograr en su apoyo el concurso de las burguesías más avanzadas de las regiones españolas: Cataluña y el País Vasco, que enseguida abrazan sus proyectos propios. Y llega al fin al siglo XX, en el que las fuerzas enfrentadas durante el siglo anterior mantienen su pulso definitivo en una guerra civil sangrienta en la que no sólo se enfrentan las fuerzas del liberalismo, transmutado ahora en democracia, y la reacción, sino las de la España centralista y la España plural, tras la que se ocultan unos nacionalismos ya poco interesados en ningún proyecto común que esperan su ocasión para abrir la puerta a la ruptura de sus regiones con el estado común. Y comprende, en fin, la España del presente, cuyos virulentos nacionalismos periféricos cuestionan cada día el marco constitucional, minándolo de diversas formas, alternando la táctica del diálogo y la de la imposición, mirando siempre a un futuro en que las naciones que abanderan posean su propio Estado y amenazando con hacer inviable la pervivencia del modelo autonómico.

España es una nación producto de un crisol de pueblos y culturas que comenzaron a fundirse en el solar ibérico bajo dominación romana y se convirtieron con el tiempo en una sociedad heterogénea, dotada de unos rasgos propios que la distinguieron enseguida de sus vecinos europeos. Realice un recorrido completo por la historia de nuestro país, con un hilo conductor que constituye una verdadera tesis: buscar en el pasado las raíces del actual problema nacional español, analizar el proceso de construcción de la nación española y valerse de la historia para entender qué nos ha conducido a la situación actual. Y así, poco a poco, con la tensión propia de los grandes dramas teatrales, Luis Íñigo nos conduce al para algunos trágico desenlace de una trama por la que han desfilado personajes tan carismáticos como denostados por los actuales servidores del poder regional: Argantonio, Recaredo, Pelayo, los Reyes Católicos, Cánovas... que en su devenir nos llevan al desenlace en el que quizá pueda ya responder la gran pregunta que se hace desde el inicio: ¿por qué España es en nuestros días una nación cuestionada, un Estado asediado, sometido al chantaje continuo de los nacionalismos periféricos? Estudio histórico riguroso y objetivo de la evolución de la construcción nacional española desde sus raíces más remotas (influencia fenicia y griega) hasta la España plural del presente. Desarrolla el origen de los nacionalismos: la obra profundiza en los siglos más remotos explicando las evidencias de una identidad compartida. Como todas las obras de Íñigo Fernández, este título se caracteriza por una narración fluida y por una rigurosa documentación. Capítulo 1. Un collar para Tarsis Tras un breve recorrido por la Prehistoria peninsular, el capítulo se centra en el proceso de iberización, primer testimonio de la existencia de rasgos comunes en el abanico de pueblos que habitaban Iberia antes de los romanos, y en el modo en que se gesta su papel futuro como escenario determinante en la lucha entre las dos grandes potencias mediterráneas: Roma y Cartago. Capítulo 2. Sangre de Hispania fecunda La conquista y colonización romana de Iberia se revela como el factor más relevante en el proceso de conformación de una identidad colectiva de los pobladores de lo que enseguida va a llamarse Hispania. Tras su victoria en la Segunda Guerra Púnica, Roma ocupa el sur peninsular, comienza a extenderse por el resto e impulsa una explotación inmisericorde de sus recursos naturales. Pero junto a todo ello, los romanos traen su administración, su derecho, su lengua y su cultura, que van implantándose como una mancha de aceite que se extiende desde las ciudades que cubren poco a poco el territorio. Y es tan profunda la influencia romana que cuando, ya en el siglo V, los invasores visigodos se asienten en Hispania, renunciarán a su lengua, su religión y su derecho para abrazar los heredados de Roma y se sentirán enseguida monarcas de aquella tierra antes que señores de los suyos. Capítulo 3. Flor de al-Ándalus Pero el proceso iba a interrumpirse bien pronto. La invasión musulmana, en el 711, destruye de un solo golpe el reino hispano visigodo e implanta un emirato dependiente de los califas omeyas que, tras independizarse y convertirse él mismo en califato, se descompone en multitud de reinos minúsculos. La unidad se rompe. Los invasores son poco permeables y adoran guerrear entre sí y con los otros. El cristianismo, al derecho romano y el latín, los pilares de la unidad hispana, emigran hacia el norte, pero tampoco ellos, también divididos en reinos diminutos, logran preservar la unidad perdida. Capítulo 4. Un pueblo que ponía a Dios sobre la guerra Ocho siglos costó a los herederos de aquellos visigodos romanizados reconstruir la unidad perdida. Pero la España de 1492 no será la misma que la de 711. La Reconquista ha marcado a sangre y fuego en el alma hispana rasgos que siempre conservará. El excesivo patriotismo local, el ansia de representatividad, la tradición monárquica, el espíritu de cruzada, la tensión entre el centro y la periferia, la diversidad lingüística y cultural… La unidad se recuerda y se anhela durante todo el Medievo, pero las gentes de a pie no conservan otro rasgo común que la fe. Y sobre la fe habrá de construirse la España moderna. Capítulo 5. La unión de las Españas Se trata de un tópico: los Reyes Católicos, se decía, unificaron España. Sí, respondían los historiadores, pero sólo a un nivel dinástico. Cierto, pero no del todo. Isabel y Fernando querían mucho más: soñaban con una España unida bajo un solo monarca, cohesionada por un fuerte sentido de pertenencia, y se valieron para ello de la guerra exterior, la fe compartida, la implantación de instituciones comunes de gobierno en torno a su figura. Pero fue la religión el instrumento preferido y ahí reside el primer elemento de debilidad en la construcción nacional española: cuando la historia relegue a la religión a un lugar secundario, cuando los lazos entre los hombres no puedan establecerse ya sobre la fe, cuando el proyecto nacional alternativo, la Nación de ciudadanos, fracase en su intento de aglutinar a los españoles, el cemento con el que la Nación se había forjado se disolverá. El problema nacional español encuentra así una de sus más importantes raíces quinientos años atrás, no en la pluralidad constitutiva de un país que no es en ello distinto a las demás grandes naciones europeas, sino en el carácter de las fuerzas puestas en juego en el curso de su gestación como nación. Capítulo 6. Un Monarca, un Imperio, una Espada Por desgracia, los reyes perdieron a su heredero varón, y la España que habían empezado a crear cayó en manos de una dinastía extranjera, de origen y de intereses. Bajo Carlos V, fue el Imperio la prioridad, y aunque España siguió hallando su razón de ser colectiva en la defensa de la fe, ahora fuera de sus fronteras, la lucha la agotó hasta el punto de hacer poco rentable la permanencia en ese proyecto común. La hegemonía española lo fue de su dinastía, no de sus pobladores, que sufrieron más que disfrutaron su poder. Y el precio, muy elevado, había de pagarse con intereses. Capítulo 7. Miré los muros de la patria mía El esfuerzo por mantener aquel imperio que no se había ganado ni se había deseado dejó exangüe a Castilla, el único de los reinos hispanos inerme ante la rapacidad fiscal de sus soberanos, y forzó luego a estos a volverse hacia el resto, con ánimo de implicarlos en un esfuerzo en que nada les iba y después de haber comprobado en carne ajena los devastadores efectos de tal política. Las derrotas, cada vez mayores; el desprecio y el aislamiento, cada vez más notorios, terminarán sembrando en el alma de los españoles el desánimo, la perplejidad y la rabia, compañeros indeseables de una sociedad en trance de nacionalización. Y Olivares, el más lúcido adalid del proceso, fracasó en su empeño, y ese fracaso fue también el primer tropiezo en el lento y sinuoso camino de la Monarquía Católica hacia la Nación española. Capítulo 8. El sueño de la Razón Pero no todo estaba perdido. El XVIII permitió recuperar terreno. Los ministros de los Borbones, herederos en esto del conde-duque, pusieron en marcha un proceso consciente e intencionado de construcción nacional en el que alcanzaron un éxito considerable. Barcelona, rebelde contra Olivares y contra Felipe V, vitoreó a Carlos III. España tuvo su lengua nacional sus academias, su bandera, su historia oficial. La Nación avanzaba dentro y fuera de sus fronteras. Parecía de nuevo vigorosa, seguía encabezando, a fin de cuentas, el mayor imperio del mundo. Pero las convulsiones del fin del Antiguo Régimen revelarán sus contradicciones y volverán a ponerla contra las cuerdas. Capítulo 9. La interminable revolución El XIX fue en Europa el siglo del liberalismo. En España también, pero menos. El liberalismo español fue frágil, adulterado por la oligarquía tradicional, que falseaba las elecciones, y comprometido por la debilidad de una burguesía escasa y de mentalidad tradicional que no fue fiel a su compromiso histórico. Las comunicaciones, la Escuela Primaria y el Ejército, las tres grandes herramientas de la nacionalización de las sociedades, recibieron del Estado mucha menor atención de la necesaria. Sin burguesía y sin industria, la construcción nacional se resintió. Frente al proyecto de Nación española, casi abandonado, empezaron ya a levantarse otros. Capítulo 10. El tiempo del hastío Fue tanto el tiempo perdido que la España que cruza la frontera del siglo XX es una nación inacabada, discutida, cuestionada por una parte de sus ciudadanos. Una Nación tan poco orgullosa de serlo que hará decir al mismo Cánovas que eran españoles quienes no podían ser otra cosa. Es cierto que es ahora, después de 1900, cuando se hacen los mayores esfuerzos para terminar al fin el edificio de la Nación, cuando la burocracia incrementa sus efectivos a un ritmo desconocido; cuando ve la luz una política económica nacionalista; cuando la educación recibe la atención que merece, y cuando, por fin, se presta especial atención a los símbolos y las efemérides. Pero todo esto llega tarde. Porque el desastre de 1898 asestó un golpe terrible a la nacionalización del país. Las burguesías periféricas, dañadas en sus intereses, dejan de confiar en un Estado que parece incapaz de defenderlos. Del desprecio al Estado se pasa enseguida al desprecio a la Nación, y del desprecio a la Nación al proyecto de una propia. Los nacionalismos catalán y vasco, nacidos poco antes, se fortalecen. Capítulo 11. Alba y ocaso de la libertad En las décadas siguientes, el problema no deja de agravarse. Los nacionalismos, frustrados, se radicalizan. El sentimiento españolista, agraviado, se afirma. Y los papeles se tornan. Junto al proyecto liberal de Nación renace un nacionalismo español reaccionario que se alimenta de mitos y vuelto a la tierra, a la raza y a la fe, hará de la Monarquía y el catolicismo los pilares del ser nacional. Y los otros nacionalismos, los que plantan cara a aquella España inacabada, los que habían nacido de idéntica reacción contra el progreso, de idéntico temor a los cambios de la modernidad, se transforman ahora. Frente al españolismo reaccionario, se tornarán adalides del progreso y, despojándose de los viejos ropajes, tratarán de atraer, y lo harán cada vez con mayor éxito, a la burguesía, a las clases medias de sus prósperas regiones, frustradas ante aquel estado impotente y humillado. Frente a ambos, la Segunda República tratará otra vez de retomar la obra del XIX. Culminando la construcción del Estado liberal, ahora evolucionado en democrático, buscará culminar también, la construcción de la Nación, esta sí, la misma nación de ciudadanos unidos por una ley y una solidaridad comunes de los ministros carolinos y los liberales gaditanos, y esta vez, integrando a los nacionalismos periféricos en un proyecto compartido que trata de hacer posible el progreso de todos. Por desgracia, no habrá de conseguirlo, y el precio por ello será una nueva guerra civil. Capítulo 12. La noche oscura de España La Guerra Civil había sido una pugna a vida o muerte entre dos proyectos incompatibles de Nación. El primero, el encarnado por la República, había aceptado una visión plural de España. Su viabilidad era dudosa. La lealtad de los nacionalismos catalán y vasco estaba todavía por demostrar. Pero, desde una perspectiva democrática, no cabía otra posibilidad. Sin embargo, el triunfo del bando franquista la destruyó por completo y abrió la puerta a la imposición por la fuerza del otro proyecto nacional, el encarnado por las derechas, en el que no cabía sino un modelo de Estado, el centralista; una lengua y una cultura, las castellanas, y una visión del pasado y del futuro, la construida sobre la religión católica como esencia última de lo español y su razón misma de ser. De modo que, a partir de tales postulados, el nuevo Estado triunfante en la contienda se entregó a la tarea de nacionalizar a las masas con una intensidad nunca vista. Y, sin embargo, no podía triunfar porque no tenía nada con lo que atraer al que discrepaba; porque carecía de otro argumento que la represión; porque suponía enterrar a medio país bajo el peso del otro medio. Y lo que es más grave. En el corazón y la mente de muchos españoles quedó grabada a fuego una identidad peligrosa. España y derecha reaccionaria eran lo mismo, de modo que debían ir también de la mano lucha contra el franquismo y lucha contra España. Y una idea vergonzante de la Nación fue abriéndose paso, entre los intelectuales, entre los políticos y en amplias capas de la sociedad. La izquierda traicionaba la idea de España y escuchaba con simpatía la retórica de los nacionalistas catalanes y vascos, impregnada de manipulaciones insostenibles del pasado, obsesión identitaria y desprecio de la diferencia, semilla indiscutible de futuras amenazas para la convivencia. Capítulo 13. La nación asediada En teoría, el retorno de la democracia ofrecía al país la oportunidad de retomar las cosas donde se habían quedado en 1936. La nueva Constitución volvería a sancionar, como en 1931, la compatibilidad de la unidad superior de la Nación española con el reconocimiento de su pluralidad cultural. La autonomía regional, mucho más generosa ahora, volvería a ser la herramienta del consenso, el justo medio que permitiría la integración de los nacionalismos en el proyecto común. Y ahora, derrotado ya el españolismo reaccionario, movidos los líderes políticos por el deseo de no repetir la tragedia, las cosas debían ser mucho más fáciles, pero no lo fueron. El nacionalismo vasco rechazó la Constitución. Menos problemas planteó en apariencia el nacionalismo catalán, pero el ejemplo estaba ahí. Enseguida estalló por todo el país una absurda competición de regionalismos, reales o simplemente creados de la nada por élites políticas ansiosas de ganar parcelas de poder amputadas al Gobierno central. En un primer momento, la cordura pareció imponerse. Los partidos mayoritarios, entonces el PSOE y la UCD, pactaron añadir un poco de orden al desbocado proceso autonómico. Luego, las mayorías absolutas de los socialistas pusieron sordina a las demandas nacionalistas, pero la labor de zapa contra la unidad nacional ya estaba en marcha. Allí donde los nacionalistas tenían en sus manos la educación y la cultura, se valían del poder para adoctrinar a las masas en el nuevo credo nacional, agresivo e incompatible con la Nación común. Y poco a poco, la sociedad civil iba siendo ocupada por el poder. Esta es la España del presente, la que esta obra debe ayudar a comprender.

A QUESTIONED SPAIN SYNOPSIS Understand the Spain of the present, from its roots and its limitations to the reasons why Catalan and Basque nationalisms emerged and gained strength. Spain is the product of a mixture of peoples and cultures that began to meld together in the Iberian peninsula under the Roman domination and that became over the years, a heterogeneous society, endowed with features that immediately distinguished it from its European neighbours. Make a complete journey through the history of our country via a common thread that allows the reader to search in the past for the roots of the current Spanish national problem, to analyze the process of the construction of the Spanish nation, and to understand what has led the Spanish people to their current situation. Luis Iñigo leads us to the tragic end of a plot in which both charismatic and reviled figures have passed through figures like Argantonio, Recaredo, Pelayo, the Catholic Monarchs, Canovas, etc. In its evolution he leads us to the great question: why is Spain today a questioned nation?

SALES PITCH Rigorous and objective historical study of the evolution of the Spanish nation building since its earliest roots (Greek and Phoenician influence) to the present pluralistic Spain. This title looks at the origin of nationalism and delves into the earliest centuries so as to show the evidence of a shared identity. Like all works of Inigo Fernandez, this book features a flowing narrative and rigorous documentation.

¿Es España una nación con una tradición y una historia común o es una unión impostada de nacionalidades que apenas tienen en común compartir espacio en la Península Ibérica? Esta es la pregunta que se hace Luis E. Íñigo y que intenta contestar en esta obra, para ello utilizará la mejor argumentación posible: la propia historia de España desde los íberos hasta la actualidad. Este repaso nos llevará a entender los argumentos a favor de la heterogeneidad lingüística y territorial de nuestro país pero también a descubrir cómo el nacionalismo actual utiliza una mitología no demasiado rigurosa para avanza cada vez más en la desarticulación espiritual, económica y política de España para satisfacer intereses, en ocasiones, privados. Sin duda España es un país complejo, estuvo en sus inicios poblado por tribus que, aún siendo independientes, ya daban muestras de una cierta tendencia homogeneizante, pero la constitución de la nación como tal, se la debemos a los romanos. Tras la invasión musulmana, el modo en que se hizo la Reconquista vino a iniciar algunas tendencias que llegan hasta la actualidad como el patriotismo local o la tensión entre centro y periferia, ni los Reyes Católicos ni los Habsburgo, más preocupados en crear un imperio y unirlo bajo la fe, supieron dar a España una unidad efectiva y no será hasta el conde-duque de Olivares que no se dé un intento serio de unificar el país. Pero el verdadero batacazo para la creación de un estado se dio en el S. XIX, mientras todas las naciones europeas se unificaban, en España una escasa burguesía no supo ponerse a la tarea, el gobierno no aprovechó el ejército, la educación y el uso del tren para unir los distintos mercados nacionales, con lo que la burguesía vasca y catalana, las más desarrolladas empezaron a tener un sentimiento anti-nacional que no pudo ser corregido por el intento de la Segunda República de continuar con la obra. La España cuestionada llevará el análisis hasta el mismo S.XXI, tras la Guerra Civil y el españolismo paroxista del franquismo, la democracia traería unas enormes ansias nacionalistas canalizadas por una elite que pretenden aumentar su poder en parcelas pequeñas. A medida que ha ido avanzando la democracia española los nacionalismos han ido adoctrinando al pueblo hasta pretender un nacionalismo incompatible con cualquier idea de España. Una obra que nos dará las claves para desarticular ciertos argumentos que desde algunos estrados se nos lanzan y que tienen poco que ver con cómo se ha ido confeccionando nuestra nación. Una obra que nos muestra de un modo claro cómo ha sido el proceso de construcción de la nación española. Luis E.Íñigo Fernández nació en Guadalajara en 1966. Licenciado y doctor en historia, ha dedicado más de quince años a la enseñanza de esta hermosa disciplina a los adolescentes, sin descuidar al mismo tiempo su creciente interés por la investigación. Fruto de este último han sido numerosos artículos sobre la Segunda República española, así como los libros Melquíades Álvarez: un liberal en la Segunda República, La derecha liberal en la Segunda República española, España. Historia de una Nación inacabada, La Historia de Occidente contada con sencillez y las monografías Breve Historia de España, I y II, Breve Historia de la Alquimia, Breve Historia de la II República española, Breve historia de la Revolución Industrial y Breve Historia del Mundo, publicadas por Ediciones Nowtilus.

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